Luisa nació el 12 de agosto de 1591 en una familia noble. Varios miembros de su familia tenían puestos importantes cercanos al rey Luis XIII. Luisa nació de madre desconocida. Su padre estaba viudo. Se volvió a casar cuando Luisa tenía tres años. Poco después Luisa fue confiada para su cuidado y educación a las dominicas del Monasterio real de Poissy, dónde había otros niños. La enseñanza recibida le ofreció una sólida educación intelectual y religiosa. Al morir su padre, Luisa tiene 13 años y su tío Miguel será su tutor. Él la saca de Poissy y la lleva a una pensión para jóvenes. Allí aprende la vida sencilla y pobre. La pensión fue para ella un lugar de formación en las tareas domésticas.

A los 15 años sueña con ser religiosa en una orden austera, las Capuchinas. El Padre director espiritual del convento, la rechaza a causa su salud demasiado delicada. Luisa se decepciona enormemente, pero se somete a esta decisión. Más tarde obedecerá también a su familia que le presenta a Antonio Legras, caballero sencillo, uno de los secretarios de la Reina. Su matrimonio tuvo lugar en 1613, cuando Luisa tenía 22 años y ahora su nombre es Señorita Legras, el título de señora es reservado a la nobleza. Al año siguiente se convierte en mamá de un pequeño llamado Miguel. En su matrimonio vive feliz hasta 1622, cuando su marido cayó enfermo. Luisa atraviesa un período de depresión. Esta angustiada e invadida por dudas de fe. Desea dejarlo todo. En 1623, en la fiesta de Pentecostés, Dios iluminó su corazón, sus dudas desaparecieron. Comprende que su lugar está al lado de su esposo, que Dios está presente cerca de ella y de su marido y comprende que un día podrá vivir en comunidad al servicio del prójimo, “yendo y viniendo”, expresión incomprensible, en un tiempo en que las religiosas eran todas de clausura.

Luisa rodeó a su marido de toda clase de cuidados hasta su muerte en diciembre de 1625. Viuda, los medios económicos escasean y tiene que trasladarse de domicilio. Cerca de su nuevo alojamiento vivía Vicente de Paúl. El será su consejero espiritual. Vicente ayudará Luisa a realizar su vocación. Él le propone visitar las Cofradías de la Caridad para animar a las Señoras en su servicio a los más pobres. Luisa sale de sí misma y toma conciencia de las realidades vividas por los pobres.

 

Hacia 1630, una sencilla campesina, Margarita Naseau, ofreció sus servicios para ayudar a las señoras. Otras campesinas llegan después. Vicente confía la formación práctica y espiritual de estas jóvenes a Luisa y ella se interroga y discierne progresivamente que estas jóvenes podrían reunirse en una cofradía. Vicente, al principio, no comprende a Luisa. Después de un largo tiempo de reflexión y oración, la Compañía de las Hijas de la Caridad nace el 29 de noviembre de 1633.

En París y sus alrededores se fundan varias comunidades de Hijas de la Caridad y progresivamente se van extendiendo también fuera de la capital…. Las Hermanas se ponen al servicio de los más pobres, los enfermos a domicilio o en los hospitales, los niños abandonados cuidándoles y asegurando su educación en las pequeñas escuelas. Luisa tiene la preocupación de la formación humana y espiritual de las Hermanas. Las Hermanas viven juntas en pequeñas comunidades. El objetivo es formarlas para que sean autónomas y provean a sus necesidades.

Luisa sigue el camino de Cristo que ella tanto ama, el Señor de la Caridad que se hizo hombre para dar la vida por los hombres.

 

Se hace cercana a los más pobres y a sus hermanas, con atención, dulzura, cordialidad, compasión… Ella sabe adaptarse a cada uno para darle la fuerza de encontrar a su vez el camino de su relación con Cristo.

Luisa colaboró intensamente con Vicente para que la Compañía de las Hijas de la Caridad siguieran siendo una comunidad que “va y viene”, permitiendo a las Hermanas ir hasta a los más pobres allí donde vivan.

Murió el 15 de marzo de 1660, algunos meses antes que Vicente, rodeada de su familia y de sus Hermanas. En su fragilidad, acogió la fuerza del Espíritu y siguió el camino de Cristo que tomo carne de nuestra carne y se hizo cercano a los hombres. Ella respondió, en su seguimiento, a las necesidades de los más pobres, para que cada uno, hallara su dignidad humana y descubriera que era hijo de Dios.

Hoy, la Fundación Marillac, se inspira en la vida y en la obra de esta mujer que se dejó invadir por la luz de su Señor.